Esa misma tarde partimos a buscarlo a una casona de dos pisos algo destartalada,
camino del Faro; nos salió a recibir uno
de unos catorce, cabello negro, largo y crespo, que tocó con una guitarra
roja tipo
"Novotton", hecha por algún preso en la cárcel de Serena, y cantó
"Love me do" de Los Beatles, con muy pocas equivocaciones.
Lo incorporamos de inmediato. Tocaríamos
en "La Bombonera" en un par de meses, sería nuestra gran oportunidad.
Por desgracia para el grupo, por esos días fui aceptado en
la universidad en Santiago y si bien tocamos juntos en unos cinco o seis ensayos,
nuestro recital cumbre no se produjo jamás.
Tres años más tarde, partí a contactar al primer grupo
de compadres
rojo y negros que se nos incorporaba en La Serena y los compañeros
me invitaron a la toma de la sede local de la Universidad
de Chile. Es ahí donde me encuentro de nuevo con Don Cara,
que con su guitarra roja de la cárcel
y su canto, le aportaba
combatividad y alegría al grupo. Nos dimos un abrazo. "Vengo
a apoyar la toma,
soy dirigente
del Liceo y de la Unión
Socialista Popular", me dijo.
Cierto que discutimos algunos puntos de vista, pero cierto fue también que
cantamos juntos casi toda la noche
en aquel castillo de la
colina que era la casa central de la universidad. Cantamos y
arreglamos el mundo, y casi al amanecer nos dormimos
abrazados de unas compañeras valiosas, valientes y valiosas.
La mañana nos sacó de la ensoñación en figura
de estudiantes de derecha que
venían a desalojarnos, pero no lo consiguieron; la casa central sólo
la devolvimos
después
del mediodía, tras una asamblea
general donde el espíritu de la reforma quedó muy en alto.
Por el setenta y uno partí a tomar un contacto, gente del norte
que se incorporaba
al regional de la costa;
debía ser a las 17:30
en la esquina norponiente de Plaza Brasil.
No sabía de quién se trataba porque todo se
hacía con nombres supuestos, y en este caso el compañero
se llamaría "Pedro"; bueno,
el tal Pedro
resultó, nada menos, Don Cara; ahí lo divisé en un escaño,
su guitarra apoyada en el
suelo lucía en su funda muy ordenada. "Ahora soy rojo y negro,
compadre", me dijo. Nos dimos
un tremendo abrazo, acto seguido, le entregué los barretines con
las señas de los compadres con que tendría que encontrarse
en el puerto. Partió a Valparaíso
y ya no volveríamos a vernos.
Mucho me pesa no haberme echado esa vez en la plaza un par de canciones de Los Beatles
con Horacio Carabantes, el guitarrista cantor; habría preferido "La vi
parada allí",
o aquello de "black bird singing in the dead of night..."
Son cosas que ya no serán,
© 1998
__ULTIMOS TRANVIAS
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