El guitarrista que se atrevía a cantar
____________________________________________________________________________ Martín Faunes

"The Towners" se iba en la rodada. Intentábamos abrirnos un espacio imitando a "The Shadows" -Sonambulismo-, no tengo por qué negarlo, eran los tiempos: primera guitarra Fender Strato y otra Les Paul, segunda Telecaster, bajo Fender también, y batería Ludwing. Instrumentos hechos por nosotros mismos, pero se veían bien, aunque el sonido fuera sólo más o menos. En fin, no podíamos aspirar tampoco a mucho más y lo que nos preocupaba era que con la irrupción de Los Beatles, los grupos de rock sólo instrumentales estaban muertos. Reconozco que estábamos por debajo de "Startime" y de "Los L�ser", pero tras Los Beatles, hasta los grupos de fonom�micos que habín imitándolos, tení an má máa éxito que nosotros, así que si queríamos seguir, tendríamos que cantar... y nosotros no cantábamos, no sabíamos, no estábamos acostumbrados; nos daba verg�enza, o no sé, pero el caso es que Araya, un amigo del Liceo, nos dio la solución, "mi primo 'Don Cara' toca y canta, pruébenlo..."
Esa misma tarde partimos a buscarlo a una casona de dos pisos algo destartalada, camino del Faro; nos salió a recibir uno de unos catorce, cabello negro, largo y crespo, que tocó con una guitarra roja tipo "Novotton", hecha por algún preso en la cárcel de Serena, y cantó "Love me do" de Los Beatles, con muy pocas equivocaciones. Lo incorporamos de inmediato. Tocaríamos en "La Bombonera" en un par de meses, sería nuestra gran oportunidad. Por desgracia para el grupo, por esos días fui aceptado en la universidad en Santiago y si bien tocamos juntos en unos cinco o seis ensayos, nuestro recital cumbre no se produjo jamás.

Tres años más tarde, partí a contactar al primer grupo de compadres rojo y negros que se nos incorporaba en La Serena y los compañeros me invitaron a la toma de la sede local de la Universidad de Chile. Es ahí donde me encuentro de nuevo con Don Cara, que con su guitarra roja de la cárcel y su canto, le aportaba combatividad y alegría al grupo. Nos dimos un abrazo. "Vengo a apoyar la toma, soy dirigente del Liceo y de la Unión Socialista Popular", me dijo. Cierto que discutimos algunos puntos de vista, pero cierto fue también que cantamos juntos casi toda la noche en aquel castillo de la colina que era la casa central de la universidad. Cantamos y arreglamos el mundo, y casi al amanecer nos dormimos abrazados de unas compañeras valiosas, valientes y valiosas. La mañana nos sacó de la ensoñación en figura de estudiantes de derecha que venían a desalojarnos, pero no lo consiguieron; la casa central sólo la devolvimos después del mediodía, tras una asamblea general donde el espíritu de la reforma quedó muy en alto.

Por el setenta y uno partí a tomar un contacto, gente del norte que se incorporaba al regional de la costa; debía ser a las 17:30 en la esquina norponiente de Plaza Brasil. No sabía de quién se trataba porque todo se hacía con nombres supuestos, y en este caso el compañero se llamaría "Pedro"; bueno, el tal Pedro resultó, nada menos, Don Cara; ahí lo divisé en un escaño, su guitarra apoyada en el suelo lucía en su funda muy ordenada. "Ahora soy rojo y negro, compadre", me dijo. Nos dimos un tremendo abrazo, acto seguido, le entregué los barretines con las señas de los compadres con que tendría que encontrarse en el puerto. Partió a Valparaíso y ya no volveríamos a vernos. Mucho me pesa no haberme echado esa vez en la plaza un par de canciones de Los Beatles con Horacio Carabantes, el guitarrista cantor; habría preferido "La vi parada allí", o aquello de "black bird singing in the dead of night..." Son cosas que ya no serán,


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